Con el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) Abigail Carrizo, de 23 años, comenzó a invertir y al día de hoy tiene su propia proveeduría.
Hace dos años comenzó una travesía poder poner su local en Manantial, en la provincia de Tucumán. “Apu: gracias vuelva prontos” vende artículos escolares, bijouterie y golosinas. Además, hace impresiones, posters y cajitas souvenirs para eventos y fechas especiales.
“Con el primer IFE me compré un celular porque el mío no andaba, pero después con el segundo -luego de charlar con mi mamá sobre qué hacer con el dinero y no terminar gastándolo- decidí comenzar a vender helado. En ese tiempo yo vendía pañuelos tipo ruanas, lo hacía puerta a puerta. Siempre fui de vender cosas porque siempre me gustó tener mi plata”, dice Abigail sobre qué hizo con el dinero obtenido con los dos ingresos del Estado.
"Siempre fui de vender cosas porque siempre me gustó tener mi plata”
En su casa tenia disponible un cuarto con ventana al exterior que su padre había construido para poner un negocio, aunque le faltaban unos detalles de construcción para poder habilitarlo. Así fue cómo se le ocurrió una idea para promocionar el lugar: decidió armar una feria para poder vender helado y pañuelos, convocando a feriantes de la zona para que se unan. “La primera vez estaba con mi prima, que vendía flores. Éramos nosotras solas, yo invitaba gente, pero muchas no me daban ni dos pesos”, recordó Abigail. “Armé folletos y empecé a repartir para que vinieran a comprar. Lo hacíamos en la vereda de casa”. Con el tiempo se sumaron más feriantes y la casa de Abigail se hizo famosa: “Llegamos a ser 10 puestos, se vendían plantas, helados, ruanas, accesorios de celulares. También había una verdulería, vendían ropa, zapatillas”, dice orgullosa.
“La primera vez estaba con mi prima, que vendía plantas. Éramos nosotras solas, yo invitaba gente, pero muchas no me daban ni dos pesos”
Con el dinero que juntó de la feria, sumado a los trabajos de moza y cuidando niños, comenzó la remodelación del local. Compró lo necesario para revocar las paredes y con la ayuda de su abuelo y su padre pusieron la esquina en condiciones. Así “Apu: gracias vuelva prontos” inauguró sus puertas en medio de la pandemia.
Gracias a una prima que vive en Buenos Aires comenzó con las cajitas decorativas: “Gabi me manda los diseños imprimibles y yo acá los armo. A la gente le encanta, a veces vendo por mayor para revender”. Con este nuevo aditivo en su negocio, invirtió en una impresora que pagó en cuotas, pero ella admite que no sabe mucho de computación así que decidió hacer un curso en su tiempo libre. “Trabajo con la computadora del gobierno, armaron esta con cinco que estaban rotas y luego, un vecino me la desbloqueó. La computadora ya tiene dos años conmigo y anda de diez”, comenta Abigail.
Con lo que gana en su negocio ayuda a su familia al mismo tiempo que estudia enfermería. “Mi meta es poder ayudar, si en algún momento tengo que dejar el negocio espero que se lo pueda pasar a mi hermanita. El objetivo de todo esto es ayudar a los que están para mí, darles trabajo y que quede en la familia”
“La venta me gusta, esto es lo mío”, dice orgullosa rememorando a la pequeña Abigail de 6 años, que acompañaba a su abuela a vender puerta por puerta. A medida que habla de su trabajo, en Abigail resalta su motivación de progresar y ser independiente. “Es lindo invitar a mis hermanos a salir, comprarles ropa y poder ayudar a mi mamá con la comida de la casa. Me siento orgullosa”, confiesa Abigail con una sonrisa.
Sin embargo, a su edad mantener esta rutina se vuelve un desafío porque como toda adolescente quiere salir, comprarse ropa y disfrutar de sus ganancias. Y ella misma lo reconoce: “Es un bajón porque a veces pensás ‘para qué trabajo tanto y no tengo un mango’. Quiero salir, comprarme algo, pero estoy todo el tiempo pensando entre gastar en algo que me gusta e invertir. Si no tengo para vender, y le decís a los clientes tres veces que no tenés, no vienen más”.
"A veces pensás ‘para qué trabajo tanto y no tengo un mango. Estoy todo el tiempo pensando entre gastar en algo que me gusta e invertir"
Aun así, se muestra esperanzada porque dice que siempre tiene trabajo: “A veces son las doce de la noche y recibo un WhatsApp con un pedido de bolsitas para el otro día a las 9 de la mañana. Ahí nomas me levanto y me pongo a hacerlas y para las 8 de la mañana las tengo listas para entregar. Al trabajo no le digo que no”.
"Si no tengo trabajo, lo invento"
Abigail está convencida que si estudia y sigue buscando la forma de hacer lo que se propone todo va a ser mejor. “Estudio enfermería porque me gusta y porque siempre me dijeron que trabajo de eso siempre voy a tener. Y si no tengo trabajo, lo invento. Algo sale siempre, he llegado a sentarme en el Parque Avellaneda a pintar uñas”
Ella se considera una mujer emprendedora, porque dice que “no tiene drama, ni vergüenza y menos miedo” y hace todo para tener lo suyo. “Para emprender tenés que saber bien qué es lo que querés y hasta dónde querés llegar, tenés que ponerte un límite”, sentencia.
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